Búhos

No sé si ellos son los que me observan o ya la estupefacta ante tu belleza. Hoy después de muchos días de no verles, de sólo escucharles aparecieron tan mágicos y fantásticos como ellos son.

Juan Nepomuceno y Juana Inés han entrado por mis ojos, por mi transparentes ventanas, por la casa del bosque, por aquellas viejas creencias, por aquellas lecturas que los hacen ser dualidades entre lo sagrado y lo profano. Todo esto sucedía mientras el cielo envejecía de tonos grises, tan místicamente como lo son esa pareja de Búhos.

Los estaba buscando, como busco tantas cosas y como pasa siempre que después de tanto buscar encuentro, pero ¡vaya encuentro!, ver a dos así de tan cerca, pareciera que fuera primavera y ya es verano, lo sé porque ha caído el primer monzón.

Era tarde, sí, pero la luz tenue indicaba que lo era aun más, el granizo había caído, pero no por eso el amor les arrebataría el tiempo a las sacudidas y acicaladas que los amantes búhos se daban. Pero los ví ó ellos me vieron, como si algo muy humano fuera.

La fuerza motriz del amor pululaba en el ambiente, me debería dar miedo verlos o escucharlos dirían algunas creencias, pero como en mí casa no me enseñaron a tener miedos, no los tengo.

Volaron así, cerquita de mí casi pude tocarlos, pero en cambio sólo los ví o me vieron. No lo sé pero creo que Juan Nepomuceno y Juana Inés se aman, ellos siempre están juntos, uno del otro, siempre se quieren se les ve en los ojos.

Y ahora volaron, volaron a otro árbol, tendré que esta al pendiente porque los árboles no faltan en está casa y las ganas de amar tampoco. Esos búhos lo saben y por eso viven aquí en el bosque de Mancisidor, en una de las pocas reservas vivientes de la Zapata, de la Xalapa con olor a niebla, de la ciudad que ha visto llorar a ríos y a cientos de árboles porque todo se está destruyendo, porque todo se está comiendo la mano de la desolación.

Ah, como disfrutamos esta tarde Pachita y yo, ella a mi lado duerme, mientras yo bebo té y miro a los Búhos ó ¿ellos a mí?