El virus de la tristeza de los cítricos

Yo no sé vivir sin abrazos, me resisto. Nací y crecí sintiéndome necesitada de afectos.
Seres como yo seremos los primeros en morir por un microscópico material genético, un veneno que separa, un agente infeccioso: miedo, un envoltorio proteínico de sombras, acelular maniqueo, toxina que no quiere matar mi cuerpo físico sino a mi alma, a mi ser que necesita la fusión, la conexión de espíritu.
No, no creo que los afectos sean los que transmitan enfermedades, al contrario, y sin embargo, como ya se sabe soy de las que prefieren decidir el día de su muerte.
Mientras tanto preguntó ¿qué hará el virus sin un cuerpo al que dañar, en dónde reposará si dejo la ilusión de habitar un cuerpo que no la vida? Mi ser sin afecto morirá porque para mí el patógeno no me quitará la vida, la fuente de esta es el amor, el afecto, el cariño, el cariño de pensamientos, de palabras, de obras y de omisiones y en eso ningún otro tiene posibilidad de decidir por mí.
   

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