Falacia
Alguien en el cielo o en la
tierra me estafó, me cambió un sueño por mentiras, cuál relación, cuál
vida, cuál compañía y cuál familia… oigo voces, dicen ¡qué buen hombre!, otras
voces vienen y dicen ¡qué buen hombre!, mi familia, mis amigos vienen a decirme
¡qué buen hombre!, su familia toca la puerta, se mete a la casa para decirme ¡qué
buen hombre! Él llega de sus viajes para decir ¡soy un buen hombre! Tiene infinitas
cualidades y extremadas fortalezas, ¿y los esos errores? ¡Ni tantos, ni tantos,
que fueran, eh! Esos son sólo asuntos de mi cabeza. Entonces pienso ¡él es un
buen hombre! Y sin embargo el hombre con quien vivo no se parece nada a la
sombra que dibujan y construyen los
demás, eso sí trae finos regalos en las maletas.
Hace un año su proyecto, hace un mes su
concierto, hace un día su viaje y para adelante todo menos… y me nace un enojo,
un coraje, un dolor, y a dónde se vive sin casa o a dónde se habita sin cuerpo.
“Todo métrica y rima, y nunca dolor” como dice esa canción brasileña y me
preguntó porqué nací con la cabeza revuelta y los sueños diferentes, ya sé no
soy princesa, tal vez me hubiese gustado serlo o por lo menos una vez en la
vida sentirme, saber que se siente ser muy o muy tonta, o muy bella o tener un
reino que te cuide, pero no. Nací hija de obrero, nieta de campesinas y
sirvientas, me tocó cultivar la tierra, arrancar maleza y construir con las
letras mis quimeras.
Aun con todo mi dolor me tengo que levantar para
hacerme el desayuno, irme a trabajar, desgastarme los ojos y la mente, proponer
y diseñar un nuevo comienzo, lo hice mal otra vez, me quedé con las palabras. Me
hubiese gustado tanto gritar hasta que mi vecina saliera, gritar tantas cosas pero es soy tan incapaz de
lograrlo por eso merezco que él me grite, que me corra, me cierra la puerta o me
deje callada y otra vez a sentir la culpa, la mía, la que cargo, la que es mi responsabilidad.
Entonces qué princesa, tienes ilusiones, tienes
ideas tontas en tu cabeza o te construiste sueños sin pensarlo, y lo escucho
mientras se me escurren las lagrimas por las mejillas. No tengo salida sólo quería
compartir contigo cinco o diez pesos que no me sobran pero que si me faltan, a
lo mejor, y sólo por eso no tengo dinero y entonces me pregunto en mi cabeza ¿hasta
cuándo estaré así? Pagando las deudas, cobrando miserias y dejando anhelos.
–Contigo o sin ti voy a ser feliz- grita él, y me
acuerdo que eso mismo me dije hace una semana cuando se fue, porqué no puedo
hacer lo mismo hoy, porqué no puedo gritarle –yo también voy a ser feliz-. En cambio
escucho –deja de quejarte, estás frustrada porque así lo quieres- tiene razón,
nunca he hecho nada malo, nunca me salgo de la línea, tampoco dejo de pensar en
él cuando salgo de la casa, sé cuánto le gustaría esto o aquello, quizá si un día
me acompañara a la poesía, o leerá mis poemas mientras duermo. En el fondo eso
se desvanece, lo eché a perder de nuevo, él llegó con sus regalos tan bonitos,
tan costosos, soy tan malagradecida que no me doy cuenta.
Estoy otra vez enojada y no sé… si dejará de
pensar como pienso, si dejará de decir lo que digo, si dejará de ser yo sería
maravilloso, sería otra y él sería tan feliz porque soy tan horrible por dentro
a lo mejor también por fuera.
Debería hacer por un momento lo que quiero,
seguir escribiendo hasta el infinito y llenarme de vida, dejar de “vivir una
telenovela” como me dijo a medio día, tiene razón. Él es diferente, lo es. Él
va a lograr ser muy feliz en su mundo, creo que lo estoy arruinando y lo he
hecho tan infeliz, pienso que se lo merece ha trabajado mucho por ello y yo soy
tan egoísta.
Sí, esto también dolerá porque es el final, se
tiene que cerrar la herida para abrir otras, hoy me sentí cansada no quería
discutir, no quería hacerlo, quería irme al cine a ver un documental de danza,
estar allí entre las bailarinas, bailar como se hacerlo, cantar y reír y no lo
hice, volví a caer en el juego sin fin, y otra vez no pude decir nada, me quedé
callada y sin palabras, quedé atónita y después oí “estoy harto, se acabó la
relación”, -¿cuál relación?- me lo pregunté una y otra vez.
Fue mi culpa, siempre la es ¿por qué no sé
dejarlo vivir? Tengo problemas lo sé muy bien, pero yo quería algo diferente,
alguien que estuviera allí para escucharme, para abrazarme y no. Hoy sentí su
odio, fue mi culpa debí callarme, debí saltar de alegría a su llegada, aunque
él no recuerde cuántas veces he regresado a casa y está vacía o suciedad, pero qué
importa él llegaba y eso era lo importante ¡cómo pude olvidarlo!
Me siento tan tonta llorando frente al espejo,
como quisiera que estuvieras aquí o que leyeras esto y me escribieras para
hacerme reír, dijeras algo al menos algo. Tenías razón cuando escribiste aquel
mensaje declarando: “es una pena que no podamos estar juntos”. Lo es, pero así
lo decidimos y eso ha sido nuestro pacto, seremos amigos, sólo amigos.
Sabes ojalá leyeras esto, me encantaría saber que
no estoy sola por vivir en un mundo diferente, tal vez algún escritor me
comprenda porque yo no puedo ser la única en este infierno de contar, escribir y
decir tontas palabras. Ya sé, estás muy lejos, pero ni el mar Atlántico nos ha
separado, seguimos leyéndonos lo sé, lo sé y por eso escribo.
A él, en cambio, lo separan las paredes de la
mente, no lo culpo, yo soy la irracional, no pienso en lo bonito, no digo las
cosas bonitas, no veo las cosas bonitas, no sé apreciar cada instantes y casi siempre tengo miedo, pero es que soy hija
de la pobreza, yo vengo de la miseria que enseñan a ahorrar cada minuto para el futuro y
el futuro está cada vez más cerca.
Es curioso, hoy dijo que terminábamos. No sé qué terminábamos,
no sé a cuál relación se refería, pero tuve miedo, un miedo arcaico como la profundidad
del mar… En el fondo me alegre como colibrí del cielo, fue una canción gritando
libertad, una melodía queriéndose escuchar… ¡libertad!
Después, vino lo de siempre, el miedo. Saltamos,
rugimos, gruñimos y nos destruimos en una falsa defensiva, y aunque no lo creas,
al decir que me sentía frustrada, me liberé, me liberé como el perro de su
dueño. Supe que esto llega a su fin, él gritaba y me empujaba cuando yo
intentaba tocarlo y sentía su enojo, era mi culpa porque me armé de reclamos
cuando sólo había compartido el cuarto, en Sao Paulo, con una mujer que era
gorda, obesa, casada y tantas cosas porque yo tenía suerte, como él dijo pudo
estar con cualquier mujer brasileña, son tan guapas pero el decidió no hacerlo
y se fue con ella. No lo sabía, como siempre pensé mal, ahora claro hay que pedir
disculpas, porque si, es mi culpa por mal-pensante, claro él es un hombre bueno.
Tengo miedo, tiemblo y sacudo mi nariz al mismo
tiempo. Es primavera pero hoy parece otoño las hojas caen por el vaivén del
viento, parece que quiere llover como yo dejar de llorar. La noche se acerca a
prisa, está dispuesta a entrar con toda su impuntualidad. Lo he hecho tan mal
tanto tiempo que ahora que comienzo a hacerlo bien ya no hay tiempo, será. Me doy
cuenta que ni yo misma tengo fuerzas para continuar con algo sin pies ni cabeza.
Me doy cuenta y estábamos atrapados por el recuerdo de un pasado que ya nada tiene
de nosotros. Me doy cuenta del pavor envuelto en celos porque antes de ayer
muchos me metían miedo, -él están bueno, es tan inteligente y capaz, él es un
buen hombre-. Yo debí confiar y ya, pero sabes, no lo hice.
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