Resignificar

Durante mi niñez una extraña forma de describirme estuvo relacionada con lo largo de mis piernas, "patas de rana" fue una voz que escuchaba en mi cabeza.
Las palabras y las historias han configurado mi acercamiento con el mundo, en específico con lo que se llama realidad consensuada, de tal manera que la narración de la rana y el escorpión había sido contada una y otra vez como pedagogía sobre la naturaleza de algunas personas.

El cuento dice que, como todo comienzo que merezca ser contado, "había una vez" una rana que sentada en el estanque contemplaba la impermanencia de las cosas, al paso de un rato un artrópodo se le acercó, éste se presentó y la anura no hizo otra cosa que escuchar sus dulces expresiones, quienes no lo sepan, el alacrán posee una habilidad persuasiva como pocos seres.

-Querida mía, no conozco la otra orilla,
a pesar de tener muchas patas mi habilidad para nadar nunca será tan buena como la cualidad que muestran tus delicadas patas.
Ayúdame a llegar a la otra orilla-

La rana sabía que, pese al alago, el favor solicitado por el escorpión le ponía en peligro. Los alacranes además de seis patas, un par de tenazas, tienen en su cola un aguijón del cual brota un entumecedor veneno que paraliza el cuerpo y en muchas ocasiones el efecto provoca la muerte.
Los anfibios por el contrario carecen de cola, aunque eso sí tienen patas adaptadas para dar largos saltos.

A pesar de todo lo que en la cabeza de la rana saltaba, decidió hacerlo, cruzar al escorpión a la otra orilla, pero como muchas personas sabemos, a la mitad de la orilla el impulso natural del invertebrado hizo que clavara el aguijón en el anfibio. Así pues dos condiciones se hicieron notar y como es de imaginar, hubo que preguntarse, el porqué lo había hecho.
La respuesta aunque injustificada, fue: -Porque es mi naturaleza-.

Pese a todo lo que aquí se sabe de la tradicional historia, hay un giro nuevo que contarnos. ¿Hay realmente una naturaleza?, ¿habremos de ayudar siempre a pesar de saber qué pasará?

Comencemos de nuevo; "había una vez...", ya saben esa parte, así que iremos a lo concreto. La rana, comienza su viaje, antes de llegar a la orilla vuelve a ser picada (escribo vuelve, porque está historia ha sido contada tantas veces que ya sabemos que lo hará de nuevo, cruzará al ser que posee el aguijón), entonces le vuelve a preguntar, -¿por qué?, vuelve a recibir la misma respuesta: -es mi naturaleza-.
Todo parecería ser el mismo ejemplo, la misma pedagogía, el alacrán "malo", la rana "buena". Y sin embargo, esta vez la rana puede cambiar. Algo se puede modificar, algo pequeño: libre albedrió, del cual tan pocas veces se puede y decide usar. Explico, el verde anfibio consigue ver lo que siempre ocurre una y otra vez, entiende que está relación tiene que suceder, sabe que la "naturaleza" del arácnido tenderá a usar el aguijón o bien por miedo, o bien por defensa, o bien porque sí, pero está vez sabe que después de ser picado otra vez, hay más de una opción, puede ser que el veneno se vuelva el antídoto, que no lleve al alacrán, que se vacune, que se coloqué un escudo, o que en definitiva deje que el escorpión sea responsable ante el "problema" de cruzar el lago y resuelva de otras maneras (al fin y al cabo, la inteligencia no le falta).
Las largas piernas y la habilidad de nadar con la cual nació la rana no lo obligan a escoger solo un camino de ida y vuelta, sino que también puede resolver con sabiduría, puede buscar qué hacer o cómo apoyar de manera efectiva y afectiva.

Mis largas piernas, mis cicatrices, me han permitido encontrar el antídoto que se ha convertido en la medicina, gracias al precioso escorpión puedo continuar abriendo el corazón y seguir nadando a la fuente.

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