La neurona espejo del Universo


Ayer me pregunté mientras terminaba de leer La elegancia del erizo si mi existencia radicaba en el lenguaje, en mi nombre pronunciado, inscrito y luego volví a pensar en mi próximo cumpleaños. Cabalmente el 12 siempre ha sido un número clave para mí. A esa edad me desaparecí de mi casa y me buscaron en todas partes hasta que me encontraron en medio del mercado saliendo del templo. Luego vi a marzo y mi año y concluí que estaba en el punto de encontrarme más allá de una simple fecha de cumpleaños. 


Pensé en Cristo y en Budha y me vino la idea, que durante años deseé –tal y como lo hice cuando cumplí 18-; tener 33 años. Muchas veces lograba entender mi interés construido por escenas de lo que la tradición judeo-cristiana tiene ante esta edad o por la fascinación que Siddharta creó en mí. Tanto Gautama como Jesús lograron a su manera la iluminación durante la década de los 30´a.  

¿Qué significó para mí llegar a los 30? y ¿qué significo llegar a los 33? Entonces recapitulo algunos años claves sobre mi vida. Recorro con temor algunos hoyos negros que se enclavaron en mis memorias como el día que me enfrenté durante hora y media al impotente mar abierto, descubriendo mi fragilidad ante la fuerza total de la naturaleza. Salta ante mí una ola que me sumerge y me hace agradecer el esfuerzo del primer hombre que intentó auxiliarme valiéndole el ser tragado por el mar junto conmigo. Recuerdo cómo lo subían a la lancha para llevarlo a toda marcha a la orilla mientras la voz del pescador que llegaba a auxiliarme me decía -nada, no puedo salvarte, es tan fuerte el oleaje que si lo intento nos hundimos-. Al final de la historia salimos todos del mar con periodistas encima y con la consciencia hecha un nido de dudas sobre lo que había pasado.

Salta la memoria y vuelvo a una tarde de primavera, estoy sentada frente a mi tía, ella me mira, me observa, ve en sus ojos su desesperación y entiendo que espera una respuesta concreta, no tengo más argumentos, me han descubierto; no me queda más remedio que aceptar y decirlo:

 –La vida no tienen sentido, mi vida no tiene dirección, no me encuentro preparada para seguir y a veces siento que no quiero vivir más.

Silencio, ambas lloramos, en silencio. Llueve la tarde y salimos del café, en una vuelta vemos un cartel pegado en la pared que da a la salida: ¿Sientes que tu vida no tiene sentido? Vipassana es una técnica para salir del sufrimiento. Tomo el papel.

Aquí estoy, escribo, medito. Qué significado tuvo para mí reconocer ese día el absurdo de mi ser, qué significo para un príncipe salir de su castillo una noche y comenzar un camino en busca de la iluminación. Qué hizo que el hijo de un carpintero saliera al desierto. Qué hacía que yo, la nieta de una “sirvienta” deseara buscar más allá de los libros otra manera de ver la vida, otra manera de salir de la oscuridad. 

Quizá el jueves 12 de marzo (la suma de 12 es 3 del mes 3, es decir), al cumplir 33 años no me haya iluminado en el sentido publicitario que se le da a la palabra, pero porqué no pensar que el estar consciente día a día de la fragilidad de la vida, al tomar consciencia de cada cosa que hacemos no estamos haciendo del camino la iluminación necesaria. No lo sé por ahora. Lo único cierto, la única verdad que puedo expresar en este momento es que me siento una neurona espejo del Universo.   






11 de marzo 2015, Oaxaca, México.
Careli López-Falfán

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