Aquel día

Caminabas, tus pasos eran distantes, tu fastidio se vislumbraba en cada golpe de paso que dabas, por un momento quise imaginar que tenía un bolso, un gran y ancho bolso en el cual yo podría entrar para esconderme de tu mirada, sin embargo había olvidado ese accesorio. Mil cosas antes pasaron y mil cosas después, así es la vida, pero ese día volvimos a cruzar miradas y adioses... yo hubiese deseado no haber visto en tus ojos lo que vi, esa infinita tristeza que se encarnaba en pedazos de mar. Hubiese no querido sentir el dolor que llevabas dentro, pero lo sentí aunque fuera un dolor ajeno.

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