Epístola para Yanet

Esta tarde fue profunda, conmovedora y irremediablemente trascendental, en compañía de varios y en soledad mutua pactamos secretas miradas que señalaban con la punta de un dedo ¿¡qué es lo que estoy haciendo!?, comiendo con seres que sólo tienen la caridad de otros.

El impacto profundo de su presencia me conmueve y me lleva ignota a mi cobardía de no ser capaz de redituar un poco más de lo mucho que tengo en la vida. Perdona si hablo así, trayendo a la memoria la austeridad en la que probé el bocado, el “pan nuestro de cada día”, pero nuestro y día me suenan como témpanos de intolerable diferencia por parte de los que gozan de una mejor calidad de vida, y esa mesa extendida, larga y tan poco inmaculada en la que se comparte la tortilla, mujer que puedo yo decir, si sentí como el corazón se paraba ante tanto sufrimiento, que paupérrima me sentí, no por ellos por mí.

No pretendo caer en la posición de redentora, pero que lejos estamos los unos de los otros, si el dolor se pudiera compartir sería cada vez más salvable la voluntad de vivir, puesto que los unos sentiríamos compasión por lo otros y una cadena de ayuda generaría cuantos en potencia liberadora, el amor comenzaría a salir de su escondite.

Te comentaba que al regreso de Cáritas escribiría en mi blog.spot sobre la experiencia de comer ‘por sólo dos pesos’, ¡vaya que lo hago!, pero no quiero caricaturizar a las personas que hoy vi, esa dimensión que me aleja de mi “ser antropólogo” de mi “ser literata” para ubicarme en mi “ser”, sin especie, sin género, sin ego.

Escribo la carta como un regalo de agradecimiento ante el velo que levantan de los ojos estas sencillas personas de cuyas historias de vida no soy aún merecedora, no creo en el peso del karma generado por otras vidas, ni mucho menos que se la vida que les toco vivir. Creo que hay un terrible estado de melancolía provocado por años y años de rezago social, eso que no enseñan los libros de historia oficial, pero que día a día enseñan los libros de la América, de la África, de la Asia, los lugares en que el colonialismo y pos-colonialismo han bordado su escritura. Vencidos ya qué les queda a esos pueblos.

Ojalá este epíteto no sea tomado como una queja, muy por el contrario que cada una de nosotras obtenga la respuesta y la propuesta necesaria. Querida amiga hay mucho que hacer y esta tarde cuando me compartías una parte de tu vida, me sentí en comunión contigo y confieso que no sé expresar mis sentimientos de manera verbal, soy un ente visceral que se deja llevar por las pasiones, pero al menos escribiendo puedo decir y sin soslayar cada una de las cosas, sensaciones y emociones que hay en mí.

Éste agradecimiento es también para ti Yanet- cookies por el regalo de la vida.

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